Historia


Orígenes

No existe constancia del momento fundacional, del origen de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno. La tradición sitúa su creación en el siglo XVI, relacionándola con el culto de los pescadores a la imagen del Nazareno que contaba con capilla propia en la Catedral Antigua o Iglesia Mayor de Cartagena. Sin embargo, ya en los primeros años de existencia de la misma los marrajos adolecían de documentación que avalara dicha tesis.


Con todo, los vínculos seculares entre el gremio de pescadores y la cofradía se han mantenido vivos en la tradición oral. El apelativo de "marrajos" con el que se conoce a los hermanos de la cofradía se deriva de ello, de la leyenda que habla de la venta de un marrajo de grandes dimensiones por los pescadores cartageneros, que destinaron sus beneficios a procesionar al Nazareno.


Los primeros documentos que confirman la existencia de la cofradía datan del año 1641, cuando se haya constituida en el convento de San Isidoro, de la Orden Dominica, en cuya iglesia compran una capilla en la que rendir culto a su Titular. La capilla, situada a los pies de la nave de la Epístola, era de reducidas dimensiones.


En esos primeros años, hay constancia de la participación de la cofradía, con la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno en la procesión que algunos años se celebraba en la mañana de Viernes Santo.


Esta situación cambió en 1663, cuando el Obispo de Cartagena, Juan Bravo dispone que la cofradía será la encargada de la organización de las dos procesiones de Viernes Santo: la de la Calle de la Amargura y la del Santo Entierro.

La actividad de la cofradía, se ve relanzada a partir de ese momento, adquiriendo unos años más tarde, en 1695, una fina anexa a su capilla, que amplían hasta alcanzar sus dimensiones actuales.


1695 - 1835

Tras la Guerra de Sucesión, a cuyo término el Hermano Mayor de la cofradía marchó al exilio por su posicionamiento en el bando que había resultado perdedor, Cartagena experimenta un crecimiento inusual, que tendría también su repercusión en la vida de la cofradía.

En 1732 culmina la realización del retablo de la capilla, una joya del Barroco que afortunadamente ha llegado hasta nuestros días. A mediados del siglo, la procesión de la calle de la Amargura incrementa el número de sus tronos, con la incorporación de las imágenes de San Juan (1750) y la Verónica (1773). Antes, el acto principal de ésta, el Encuentro, cambiará su ubicación, al pasar en 1761 de la plaza Mayor a la plaza de la Merced.


El patrimonio de la cofradía se verá incrementado con las mencionadas imágenes, una de ellas, la de San Juan, obra del imaginero más destacado del momento, Francisco Salzillo.


Los marrajos del XVIII son una cofradía cada vez más activa, en la que se integran hermanos de diversas procedencias geográficas y sociales, y siempre ligada a la orden de Predicadores, los dominicos, en cuyo convento tienen establecida su sede canónica y con los que mantienen una profunda relación, en la que las procesiones de Viernes Santo forman parte de una dinámica general de cultos en Santo Domingo.


Así será hasta que, entrado el siglo XIX, la Desamortización expulse a los frailes de Cartagena.


1835 - 1936

La Desamortización que vive España a comienzos del siglo XIX supone un cambio notable para los marrajos. La marcha de los dominicos, la Orden a la que la cofradía estaba ligada desde sus orígenes no sólo presenta un nuevo escenario en la dirección espiritual, sino que el abandono del templo de Santo Domingo y su consiguiente estado de ruina plantea la necesidad de mantener cultos en la capilla por su acceso desde la calle Mayor, que será el que tendrán que emplear igualmente para la salida de las procesiones.


Una capilla que se verá también alterada a comienzos de siglo, cuando un terremoto derribe el campanario existente en la misma y que ya no sería repuesto.


Durante gran parte del siglo no se producirían cambios sustanciales en la cofradía o sus procesiones, aunque tras la Restauración de la Monarquía (diciembre de 1874) los marrajos inician un importante cambio en su concepto procesional, que les lleva a incorporar nuevas imágenes y escenas en unos tronos que hasta ese momento, y desde sus orígenes habían sido siempre de una sola imagen.

Otro hecho destacado lo constituirá, en 1880, la reapertura al culto del restaurado templo de Santo Domingo, como parroquia castrense.


Con todo, el final del XIX y el comienzo del XX, años en que Cartagena inicia un despegue económico importante, tardará unos años más en encontrar reflejo en la andadura de la cofradía, que incluso llegará a comienzos siglo pasado a renunciar en varias ocasiones a la salida de las procesiones, ante las dificultades económicas que su salida les plantea.

La situación, sin embargo, comienza a cambiar a finales de los años diez. En 1917, con la incorporación de S.M. el Rey Don Alfonso XIII como hermano de la cofradía, ésta pasa a ostentar el título de "Real".


Pero será la llegada de Juan Antonio Gómez Quiles al puesto de Hermano Mayor la que supone un punto de inflexión y un relanzamiento institucional y patrimonial. En este sentido, se inicia un proceso de renovación de las imágenes y grupos con los que contaba, eligiendo para ello a uno de los mejores escultores del momento, el valenciano afincado en Madrid José Capuz Mamano.

De la gubia de Capuz saldrá una nueva estética en las imágenes marrajas, que comienzan con la incorporación de la Virgen de la Piedad en 1925, y aunque muchas de ellas se perderán durante la Guerra Civil, se consolidará tras la contienda.


En el mencionado año, y de forma paralela, la cofradía encuentra la solución definitiva a los problemas económicos con la fundación de las agrupaciones, entidades autónomas constituidas en su seno con la finalidad de costear la salida de cada uno de sus grupos e imágenes, y que al tiempo conllevarán también una mayor integración social de los cartageneros en el seno de la cofradía, al cubrir con hermanos de la cofradía los puestos de penitentes que hasta ese momento vestían figurantes contratados a tal fin.


A partir de 1933 la situación política en Cartagena, como en el resto de España, empieza a ser complicada para el desarrollo de las funciones habituales de la cofradía, que llega incluso a no sacar las procesiones de 1936. Al estallar la Guerra Civil, cesa toda su actividad y la capilla marraja, como el resto de la iglesia de Santo Domingo es destinada a usos civiles a finales de septiembre, desapareciendo gran parte de sus imágenes.


1939 - Hoy

Tras finalizar la Guerra Civil, la cofradía inicia un proceso de recuperación institucional y patrimonial. Mucho ha sido lo perdido en la contienda, fundamentalmente en imaginería, comenzando por la imagen del Titular, Jesús Nazareno.


Bajo la dirección de Juan Muñoz Delgado, los marrajos volverán a recurrir a José Capuz, que no solo repondrá las imágenes desaparecidas (alguna de ellas obra del mismo autor), sino que incorporará nuevos grupos que refuercen el discurso narrativo de sus dos procesiones de Viernes Santo.


Igualmente se estrenará la nueva sede de los marrajos en el callejón de Bretau, que desde entonces es parte importante del patrimonio material y del sentimiento marrajo.


En 1941 se crea en el seno de la Cofradía Marraja una nueva agrupación, la de Jesús Resucitado, que procesionaría en la mañana Pascua. Sin embargo ésta se independizó en 1943, dando lugar a una nueva cofradía, por lo que no sería hasta 1956, con la autorización episcopal a la nueva procesión del Sábado Santo, cuando los marrajos completaran su recorrido de la Pasión y Muerte de Cristo. 


El último tercio del siglo XX viene marcado por nuevas incorporaciones al patrimonio marrajo, con la creación de algunas agrupaciones y la salida de nuevos tronos, un proceso que se detiene a finales de siglo cuando la prioridad de la cofradía se centra en la conservación y mejora del patrimonio existente.


Durante el período de José Miguel Méndez como Hermano Mayor, los marrajos consolidan su patrimonio con una importante labor social, en la que destacan los pisos existentes en el Barrio Universitario en los que residen varios ancianos acogidos por la cofradía.


Culminan estos años con la aprobación, en 2009, de unos nuevos Estatutos que por primera vez plantean la participación de todos los marrajos en la elección de sus órganos de gobierno.